Cada vez son más los viajeros que añaden escenarios literarios o cinematográficos a sus rutas. Tener la oportunidad de ver en persona aquellos lugares que nos emocionaron a través del papel o el celuloide es, sin duda, un lujo. Y, de hecho, muchas ciudades ya ofrecen visitas guiadas por lugares emblemáticos que aparecieron en películas de éxito. Por ese motivo, la crítica de cine Violeta Kovacsics y la fotógrafa Deborah Marín aportan su visión más idílica de París a través de los escenarios de 55 películas.
Divididos por zonas y barrios, proponen un variopinto recorrido que abarca el apartamento donde Marlon Brando y Maria Schneider dan rienda suelta a su pasión en El último tango en París (Bernardo Bertolucci, 1972), el puente surrealista que sueña Ellen Paige en Origen (Christopher Nolan, 2010), la librería donde Ethan Hawke y Julie Delpy se reencuentran en Antes del anochecer (Richard Linklater, 2004), una enigmática iglesia de El código da Vinci (Ron Howard, 2006), el apartamento de Michelle Pfeiffer en La edad de la inocencia (Martin Scorsese, 1993), el restaurante que inspiró al de la película de animación Ratatouille (Brad Bird, 2007), la verdulería donde Amélie Poulain hunde los dedos en un saco de semillas (Jean-Pierre Jeunet, 2001), el mítico Polidor de Midgnight in Paris (Woody Allen, 2011) o el bistrot al que acude Mélanie Laurent en Malditos Bastardos (Quentin Tarantino, 2009), entre muchos otras localizaciones.
Cada uno de los capítulos incluye una fotografía de gran tamaño del lugar original, información práctica (horarios, cómo llegar, parada de metro más cercana…) y una ficha técnica así como la sinopsis y una descripción de la escena en la que aparece ese escenario en particular. Como colofón final, las autoras incluyen dos capítulos extras: un recorrido por las líneas de metro parisinas y un paseo por los escenarios más románticos de París.
París de cine es un anecdotario estupendo para los amantes del séptimo arte, ya que propone nuevas rutas y escenarios. Con sólo una tarjeta de metro y nuestra memoria (o, en su defecto, este libro en la mano) podremos disfrutar doblemente de la capital francesa, de su belleza y también rememorando las sensaciones que nos inspiraron aquellas películas cuando las vimos. Y, lo mejor de todo, es saber que esta guía puede adaptarse al gusto del consumidor y que, afortunadamente, irá creciendo siempre. Ya saben que París no se acaba nunca. Y, esperemos que a pesar de la que está cayendo, el buen cine tampoco.
Patricia Tena
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